Y la noche cierra sus párpados morados
deshaciéndose de la espada de luz
de un día que quizàs nadie recuerde,
mientras
las campanas oxidadas se agotan en lo alto
de silencio,
no queda nada
en estas calles empedradas, un corazón
que late mientras sueña
y unas piernas que lo llevan,
ningún tren conoce
su estación definitiva, soy un pasajero a pie
descalzo de ilusiones, un forastero despistado
en busca de caminos sin señales,
andenes sin término, amaneceres de ojos blancos
y días de lluvia y fuego,
porque uno nunca sabe si llegó
al sitio que debía, si yendo hacia abajo también se
avanza, si nos miran los árboles
y nos hablan las flores,
uno no gusta de bautizar la tierra
ni cambia de bando por amor,
se abraza a mi piel la madrugada
como si fuera su hijo descarriado,
los días cambian el aspecto de las cosas
y la noche iguala las sombras, soy un viajero soñador
que ya no mira el horizonte como antes, todos los rincones
que me dieron cobijo, las lenguas que aprendí y la gente
que me enseñó el amor
van muriendo lentamente en mi memoria.