Advierto barro, no sólo de agua y polvo,
barro no sólo en mi cabeza desordenada, barro
como senda inescrutable
que vuelve al mapa de la memoria
en los días dolorosos del adiós, surge barro
amarillento y calcinado entre
los pueblos enquistados
en el olvido, en los oscuros
atajos que nadie toma,
pesadas botas de barro
buscando señales por el camino equivocado,
barro moldeado por errores inocentes,
por falta de constancia, por falta de atención,
por carencias heredadas, errores
cometidos en edades infantiles por hombres
que serían de papel en un mundo
sin mentiras, en un universo imaginario
tan amplio y tan pequeño
como la palma de mi mano,
barro duro barro frío, cal y yeso de rocas
rendidas al tiempo, barro no sólo de agua
y polvo sino barro humano de carne
desahuciada, de personas sin permiso ni maldad,
barro en las heridas, en la arrugas, en el verbo
desatado de unos labios que tiemblan,
en las altas instancias de los ladrones sin miedo,
en el ocaso donde moran valientes
sin medallas y héroes de cartón, barro
de los días que pasan sin nosotros, en la música
que obviamos, barro desprendido
de los sueños que nunca comenzaron,
de las rutas escondidas,
barro postrado al lado de las puertas que sólo se cierran,
suspendido y arrastrado por la ventisca
que rompe las ventanas, barro goteando
de los ojos cerrados del salvador, barro que ciega
el fuego, que hierve mezclado con sangre
cuando sólo los cuerpos dicen la verdad.